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El obstáculo que José Toribio no pudo brincar

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José Antonio Toribio Gómez, un atleta de alto rendimiento, ciclista y taxista. Oriundo de Santiago Rodríguez y residente en Don Pedro. Corrió por medallas en los Juegos Nacionales, las ganó con creces. Al final, una acidez insistente lo perturbó por varios meses. La pena agravó el 24 de abril y el 26 del mismo mes perdió la carrera de la vida.

Apenas tenía 56 años de edad, mediana estatura, un flaco envuelto en fibras musculosas en toda su contextura física.  Sus compañeros de labores enfatizan que nunca hizo nada que molestara a los demás.  

El ardor estomacal lo abrumaba, no obstante, José se resistía a consultar un médico. Trabajaba tras el volante de una camioneta para el acarreo de mercancías. Sus clientes preferían sus servicios a tal grado que solían esperar días enteros e incluso más, hasta que él pudiera hacer el trabajo.  

Los clientes lo esperaban porque ponía un cuidado especial a cada carga. Trataba la mercancía como si fuera de su propiedad. 

Los vecinos lo veían cruzar con su andar parsimonioso y la cabeza medio agachada. Era de poco hablar y cuando solía decir algo lo expresaba tan bajito que tenían que preguntarle —¿Cómo fue que usted dijo, José? — En cualquiera de los dos casos había que afinar bien el oído para poder escuchar lo que decía. Él hablaba entre dientes.    

Carrera deportiva

Toribio Gómez tuvo una carrera deportiva llena de éxitos, desde el atletismo hasta el ciclismo que fue la disciplina que abrazó al retirarse de la primera. Lo reclutó el Ejército Nacional para su equipo deportivo.

José fue pionero, junto a otros compañeros, en la modalidad de los 400 metros con valla. En los Juegos Nacionales de San Juan de la Maguana, en 1988, ganó dos medallas de oro. Libró, además, medallas de plata y de bronce, entre todas sumaron más de diez preseas.

Tontón, como le decían los atletas, ostentaba el segundo puesto a nivel nacional. El equipo al que pertenecía en esa época contaba con los mejores atletas del país.

Pero la carrera con obstáculos requiere entrenamiento a tiempo completo, destreza, inteligencia y sobre todo juventud. La merma en estas cualidades forzó el retiro. José, en cambio, se dedicó a entrenar a otros y saltó un obstáculo para dedicarse al ciclismo.

En la disciplina del aro y el pedal, como llaman al ciclismo, también se cargó de premios y reconocimientos. La pasión por el ciclismo hizo que mantuviera sus entrenamientos hasta el último día de vida útil. Es decir, Fido, apodo que le tenían los pedalistas amigos, estuvo en una carrera tres días antes de su deceso.

En suma, José Antonio Toribio Gómez saltó obstáculos durante sus años de juventud, surcó carreteras a golpe de aro y pedal, le dio medallas al Ejército Nacional, a Santiago y al país. Pero el jueves 26 de abril recién pasado no pudo saltar la valla cincuenta y siete, la traía al interior de su aparato digestivo.  

Le sobreviven sus hijos: Joseph Toribio, Enmanuel Toribio y Gregory Toribio. Austria Magdalena Cid, viuda Toribio. La Asociación de Atletismo de Santiago, sus amigos, sus familiares y vecinos lamentan el fallecimiento de un hombre que ni para morirse molestó a nadie.

Con Miguel Hernández, poeta español, de José puede decirse:    

  • No hay extensión más grande que mi herida, / lloro mi desventura y sus conjuntos / y siento más tu muerte que mi vida. (Elegía a Ramón Sijé)

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